
Santa Asela, Virgen: Una Vida de Oración y Consagración

Santa Asela, una figura de profunda devoción y vida ejemplar, aunque relativamente desconocida, dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia. Sus años de oración y entrega a la vida religiosa, narrados por el mismo San Jerónimo, nos brindan una fascinante visión de la vida cristiana en el siglo IV. Su testimonio de vida, centrada en la contemplación y el trabajo manual, la convierten en una figura inspiradora para todos aquellos que buscan un camino de auténtica consagración. Acompáñenos en el descubrimiento de su vida y legado.
Datos principales
| Datos | Detalles |
|---|---|
| Nombre completo | Santa Asela |
| Fecha de nacimiento | No registrada |
| Fecha de muerte | c. 385 |
| Lugar de nacimiento | No registrado |
| Lugar de fallecimiento | Roma |
| Día de celebración | 6 de diciembre |
| Elogios | Vivió hasta la ancianidad dedicada a ayunos y oraciones, consagrada a Dios desde temprana edad, trabajadora con sus manos y ejemplo de humildad. |
| Atributos | Oración, trabajo manual, humildad, contemplación. |
| Canonización | Pre-congregación |
| Patronazgo | No especificado en el texto proporcionado |
Nacimiento y primeros años
Las fuentes históricas no ofrecen detalles específicos sobre el nacimiento de Santa Asela. La información se limita a lo que narra San Jerónimo, quien la conoció en Roma.
Vocación y conversión
Desde los diez años, Santa Asela manifestó un ardiente deseo de consagrar su vida a Dios. Poco después, se retiró a una celda para dedicarse a la oración y la contemplación. Esta decisión, según el mismo San Jerónimo, se caracterizó por una profunda humildad y un sincero compromiso con la vida religiosa. Su celda, aunque estrecha, simbolizó la amplitud del paraíso interior que experimentaba.
Vida religiosa y obra
La vida de Santa Asela, como la describió San Jerónimo, se caracterizó por la oración, el trabajo manual y la discreción. Según las cartas de San Jerónimo, ella trabajaba con sus manos, consciente de la importancia del trabajo, y permanecía en un estado de contemplación, orando y cantando salmos. Sus encuentros con los mártires también eran importantes en su vida espiritual, pero siempre buscando la discreción y la ausencia de reconocimiento público. Su vida, marcada por la humildad y la fe inquebrantable, la convierte en un ejemplo de vida contemplativa activa.
Milagros y hechos extraordinarios
Los documentos disponibles no mencionan milagros atribuidos a Santa Asela. El énfasis se centra en su profunda vida de oración y entrega a la voluntad de Dios, lo que la convierte en un ejemplo inspirador de santidad.
Muerte y canonización
Santa Asela falleció en Roma hacia el año 385. Su vida fue reconocida como ejemplar por los contemporáneos, y su recuerdo fue preservado en las cartas de San Jerónimo, quien destacó sus virtudes.
La canonización de Santa Asela es descrita como "pre-congregación", lo que indica un reconocimiento generalizado de su santidad antes de los procesos formales de canonización.
Elogios y culto posterior
San Jerónimo, en sus cartas, la elogia profundamente. En la Carta 24 dedicada a Marcela y en la Carta 45, la cual fue escrita en el momento de su partida de Roma, la describe como una mujer de profunda espiritualidad, trabajo arduo, y silenciosa devoción. Otro testimonio histórico, proveniente de Paladio, reafirma su compromiso con la vida monástica, incluso después de la partida de San Jerónimo de Roma. Esto indica la considerable influencia que tuvo en el ámbito religioso de su época. Sus reliquias se conservan en la Basílica de los Santos Bonifacio y Alessio en el Aventino, Roma, y en la iglesia de San Abundio en Cremona, destacando el recuerdo y el culto a su memoria.
"Trabajaba con sus propias manos, sabiendo que está escrito: El que no trabaja, que tampoco coma. Con su Esposo [i.e.: Cristo] hablaba orando o cantando salmos, acudía a las memorias de los mártires sin ser apenas vista; feliz con su vocación, se alegraba sobre todo de que nadie la conociera." - San Jerónimo
Santa Asela, a pesar de su relativa anonimidad en su tiempo, emerge de las letras de San Jerónimo como un faro de humildad, oración y trabajo, un modelo inspirador de consagración a Dios en el siglo IV. Su legado, aunque no envuelto en leyendas o milagros externos, reside en su testimonio silencioso y en el testimonio de un contemporáneo tan respetado como San Jerónimo.
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