
San Atilano de Zamora, monje y obispo

San Atilano de Zamora, un ilustre monje y obispo del siglo IX y X, es una figura crucial en la historia de la Iglesia en España. Su vida, marcada por la búsqueda de la perfección religiosa en medio de la adversidad, está llena de ejemplos de fe, valentía y dedicación al servicio de Dios. Su historia, llena de milagros y devoción popular, resuena aún hoy en la diócesis de Zamora, consolidando su lugar como uno de los santos más venerados de la región. Descubre la fascinante trayectoria de un hombre que, desde la soledad del monte hasta la cátedra episcopal, iluminó con su ejemplo a generaciones.
Datos principales
| Datos | Detalles |
|---|---|
| Nombre completo | San Atilano de Zamora |
| Fecha de nacimiento | Hacia el año 850 |
| Fecha de muerte | 5 de octubre de 919 |
| Lugar de nacimiento | Tarazona de Aragón |
| Lugar de fallecimiento | Zamora |
| Día de celebración | 5 de octubre |
| Elogios | Restaurador o fundador de la diócesis de Zamora, modelo de monje, predicador, obispo, y santo venerado en España. |
| Atributos | Anillo episcopal, paloma (como símbolo del Espíritu Santo), pez. |
| Canonización | Por Urbano II en Milán. |
| Patronazgo | Patrono de la diócesis de Zamora. |
Nacimiento y primeros años
Nacido en Tarazona de Aragón hacia el año 850, San Atilano, de probable familia noble, demuestra desde temprana edad un marcado interés por la vida religiosa. A la edad de quince años, ya se encontraba en un monasterio benedictino cercano a su ciudad natal, buscando la formación espiritual necesaria para llevar una vida de servicio a Dios. Los primeros años de su vida están envueltos en un velo de misterio, si bien se sabe que quizás pasó un tiempo en Sahagún.
Vocación y conversión
El joven Atilano, ya sacerdote ordenado, siente la llamada a una vida más contemplativa, a una profunda relación con Dios, en lugar de la predicación a la que se dedicaba. Se retira a la soledad del monte en busca de un guía espiritual para profundizar en su camino de perfección. La búsqueda de la quietud y la oración le lleva a encontrar a San Froilán, un eremita experimentado que había nacido en Lugo. Esta fue una elección sabia y fructífera para el joven, dado el contexto peligroso en el que la vida anacorética se desarrollaba en la segunda mitad del siglo IX.
Vida religiosa y obra
La decisión de San Atilano de poner su vida bajo la guía de San Froilán le llevó a las montañas leonesas, concretamente al monte Cucurrino, donde ambos santos buscaron la soledad y la penitencia. Sin embargo, su excepcional santidad y la calidad de sus predicaciones atrajeron a los feligreses de la zona. La gran afluencia de personas requirió la creación de un monasterio en Veseo, que pronto llegó a albergar hasta trescientos monjes. Esta comunidad, bajo el liderazgo de los dos santos, se convirtió en un centro de vida religiosa y aprendizaje, influenciando positivamente en el territorio. La fama de su santidad llegó a la corte de Alfonso III el Magno, quien honró al abad Froilán con el permiso para construir monasterios en su reino, y así construyen el de Tabara. Finalmente, su humildad fue vencida, y ambos fueron consagrados obispos el mismo día de Pentecostés del año 900, Atilano de Zamora y Froilán de León.
Milagros y hechos extraordinarios
La leyenda ha envuelto la figura de San Atilano con numerosos episodios milagrosos. Se atribuye a él la aparición del Espíritu Santo en forma de paloma durante su consagración, así como la hundición del puente romano sobre el Duero para detener a los atacantes árabes en Zamora. La recuperación de su anillo episcopal, arrojado al río Duero como acto de penitencia y posteriormente encontrado en un pez, es otro de los relatos más conocidos. Estos episodios, aunque considerados leyendas, reflejan la gran veneración y devoción que suscitó su persona.
Muerte y canonización
San Atilano, tras dirigir la diócesis de Zamora durante algunos años, descansó en la paz del Señor el día 5 de octubre del año 919. Sus reliquias fueron veneradas durante siglos. La veneración popular y las pruebas de sus virtudes, que culminaron en un proceso de canonización en Milán bajo el papa Urbano II, llevaron a su reconocimiento como santo. Esto, junto a la creciente devoción popular, consolidó el lugar de san Atilano dentro del episcoplogio de Zamora y su reconocimiento como Patrono de la diócesis.
Elogios y culto posterior
El gran cardenal Baronio alabó la vida penitente, el trabajo cultural y colonizador, el celo pastoral y el espíritu fundador de San Atilano y San Froilán, resaltando su santidad y merecimiento de los honores de la Iglesia. Su culto, iniciado durante su vida, continuó con fuerza tras su muerte. La parroquia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso de Zamora le declara Patrono y su figura permanece presente en la memoria y veneración popular.
"Por ser dignos de los honores debidos a los santos, estaban justamente inscritos en su catálogo". - Cardenal Baronio.
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